Y yo que creía que no iba a entender ni "papa"...
Empezaré desde el principio:
¡Feliz año nuevo! Parece mentira que haya pasado tanto tiempo desde la última vez que me digné a dar señales de vida. Pero no, es verdad. Han pasado exactamente 104 días desde la última vez que escribí en este -poco frecuentado- blog. Y en estos últimos 104 días me ha pasado de todo. Si bien el año pasado fue extraño, éste lo está siendo aún más. ¡Pero no adelantemos detalles!
El pavo de Navidad estaba buenísimo. Mi abuela siempre ha cocinado genial, pero nunca habíamos pasado unas navidades en su casa. Fue la primera vez de mi vida que tuve regalos en Nochebuena, aparte de en Reyes. ¡Y conocí a una eminencia de la actualidad! ¡María Patiño! Bueno, tanto como conocerla... Más bien la vi de lejos. Más bien ella iba en un coche y yo la vi de pasada. ¡Tal vez no fuera ella! Pero de ilusión también se vive. Siempre quise preguntarle como hacía para aguantar tantas discusiones en cada DEC... Pero eso ya es otra historia...
Enero. Frío estepario -más bien mesetario-. Exámenes. Creo que la unión de estos tres factores hicieron mella en mis nervios. Parecía un hiperactivo. De acá para allá, ¡a tila y valeriana! La recta final llegaba, y el 29 de Enero sonó el despertador a las 6'30 de la mañana...
Quiso Dios que yo viviese en la ciudad universitaria más antigua de España, pero que en el 2009 es una de las peor comunicadas. ¡Dos horas y media a Madrid! ¿Y Renfe aún pretende hacernos creer que el TRD no está anticuado desde hace tres lustros?
Madrid-Chamartín, once de la mañana. Mis primos están allí en el andén, muertos de frío, diminutos por las torres mazo de grandes que han plantado junto a la Castellana. Pasan las horas. Tomamos café. Recorro Madrid. Duermo. Tomamos café. Recorro Madrid. No puedo dormir. Doy vueltas. Suena el puto despertador de viaje.
Barajas espera inusualmente vacío, como si quisiera recibirme sólo a mí. Recorro la T4 acojonado, revisando cada dos por tres que mi maleta -maletón- está intacta, que no ha perdido ninguna rueda, que llevo mi portátil cargado... Facturo. ¡Y aún me quedan dos horas para embarcar! Pero desde el momento en el que la Srta. María Torres metió mi maleta -maletón- por la cinta mecánica, ya no había vuelta atrás.
Heathrow ya no estaba vacío. Aquello parecía un hormiguero en hora punta. Ni el tren a Londres estaba vacío. Ni King's Cross. Ni siquiera el "rápido" a Cambridge. ¿Cómo puede haber tanta gente en una isla tan pequeña?
Pero tras el jaleo, vino la calma, y el puente sobre el río Cam.
Oh Darling! ¡Las viejecitas son adorables! Y mi "mother" inglesa es rechoncha y pelirroja, su marido es profesor de matemáticas, -aunque no es el padre de sus hijos, que por cierto, tienen mi edad- y ella cocina todo lo que se pueda comer hervido. ¡Le encantan las zanahorias! Y dice que el aceite que llevé de regalo le da un toque diferente a la comida... ¡No me extraña! ¡Si aquí todo es más falso que un iPhone hecho en Gibraltar!
¿Y que decir de las clases? De las asignaturas que solicité -todas en el más correcto inglés, of course- puedo cursar un 60%, es decir, 6, las otras 4 ya era pedir demasiado. De esas 6, 3 son como clases particulares. Somos muy poquitos en cada clase, y es raro que haya grupos enormes de extranjeros como ocurre con los Erasmus. En las otras tres tenemos clase a lo "cinematográfico". Los apuntes se toman en tu ordenador. Las mesas no existen, y el prototipo de clase cuadrada con el profesor en un altillo se ha quedado en la piel de toro. Aquí el que está elevado eres tú, hasta el punto de ver al profesor en miniatura, en un anfiteatro en el que brillan muchísimos portátiles.
Ah, el idioma... Ese gran enemigo de los españoles... El Inglés. En serio, si no haces como yo y te empiezas a juntar con españoles juerguistas, la cosa es mucho más fácil de lo que pintan. Quizás tengo la suerte de vivir de "infiltrado" en una típica casa familiar de 4+1 miembros, por lo que mi práctica de la lengua de Shakespeare es diaria. Podría aprender mucho más si cortase de golpe el contacto con estos verbeneros y maleantes que me llevan por la mala vida de vez en cuando. Pero no, la paella y la sangría tiran mucho.
Y así van pasando los días... Cambridge ya está muy visto, y no me perdonaría que lo único que vea del Reino Unido si muero al llegar a Barajas sea la ciudad que rodea al patio del King's College, así que a partir del día 1 de Marzo, empiezan los viajes... Siempre me ha llamado la atención Stonehenge... O las catacumbas de Edimburgo... Visita obligada a Portobello Road... Quizás cruzar a Dublín...
¿Por qué no?
miércoles, 18 de febrero de 2009
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